El valle de los cerezos
Una mañana, muy temprano, el
Valle del Jerte se cubrió de flores blancas. De las flores más blancas que
ningún ojo haya jamás visto.
Un año esperando,
y resultó aquella mañana.
Yo las vi
hermosas, dotadas de una belleza exultante, casi provocadora.
En el Valle del Jerte
las flores blancas son las reinas de aquel mundo. Reinas presumidas que gustan
de atraer la atención de los visitantes.
Reinas soberbias
flanqueadas por montes arañados de terrazas: por cascadas cuyas aguas caen desde
solo Dios sabrá dónde; por piedras gigantes de formas extrañas que incitan al visitante
a dar un paso más, a acercarse un poco más a aquellas aguas…
Otra mañana, otra
noche quizá, las flores blancas reinas y hermosas morirán como nacieron: en
medio del silencio, en mitad de la esperanza.
Cuando eso suceda, el valle de los cerezos dormirá un sueño que durará más de trescientos días…
hasta que el blanco vuelva a pintarlo de nuevo entero. Hasta que su reina regrese
altiva a las ramas de los árboles...
Comentarios
Publicar un comentario