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Mostrando las entradas etiquetadas como De mi cuadernito de notas…
Pronto...
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<<Pronto advertí que cuando era libre no había vivido de la mejor manera posible, que había malgastado mis días, que tenía de qué arrepentirme… Sin ir más lejos, me acordaba de que algunas comidas no me gustaban, no las comía o solo lo hacía a medias, simplemente porque no eran de mi agrado; eso me pareció una falta incomprensible e imperdonable. (...) Había también cosas de mi vida previa que me ponían nervioso o que, por ridículo que parezca, me daban miedo: ciertas asignaturas en el colegio, los profesores que las enseñaban, los exámenes y sus resultados, el comportamiento de mi padre al enterarse de las notas; me acordaba de esos temores y me divertía. (...) me imaginaba un día malo: madrugar, ir a la escuela y agobiarme, comer mal… y al imaginarme todo eso, enmendaba todas aquellas posibilidades malgastadas y fallidas o, simplemente, inadvertidas. Lo había oído decir, y ahora también puedo dar fe de ello: es verdad que las paredes de la cárcel no pueden poner límite
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<<El mundo dormía penumbroso y humeante. (...) Pero incluso en su sueño, aquel era un mundo incómodo, cruel, agitado por el ruido de un tren o algún camión grande en la carretera, alumbrado por el estallido rosado de los hornos. Era un mundo de hierro y carbón, la crueldad del hierro y el humo del carbón y la infinita, infinita, avaricia que lo movía todo. Solo avaricia, avaricia agitada en su sueño>>. D. H. Lawrence, El amante de Lady Chatterley
La novela...
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<<(...) la novela, con un tratamiento adecuado, puede poner al descubierto los recovecos más secretos de la vida: porque son los lugares pasionalmente secretos de la vida, por encima de todo, los que la marea de la conciencia sensible debe cubrir y dejar al descubierto, limpiar y refrescar>>. D. H. Lawrence, El amante de Lady Chatterley
Y...
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<<Y oscuramente se dio cuenta de una de las grandes leyes del alma humana: y es que cuando un espíritu sentimental recibe una herida que no mata al cuerpo, el alma parece irse recuperando a medida que se recupera el cuerpo. Pero es solo una apariencia. Se trata solo del mecanismo de la costumbre que vuelve a ponerse en marcha. Lenta, lentamente, la herida del alma comienza a hacerse notar otra vez, como una contusión que va profundizando lentamente su terrible dolor hasta llenar la mente por completo. Y cuando creemos que nos hemos recuperado y olvidado es justamente cuando nos enfrentamos al peor aspecto de los efectos secundarios>>. D. H. Lawrence, El amante de Lady Chatterley
D. H. Lawrence...
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<<La nuestra es esencialmente una época trágica, así que nos negamos a tomarla por lo trágico. El cataclismo se ha producido, estamos entre las ruinas, comenzamos a construir hábitats diminutos, a tener nuevas esperanzas insignificantes. Un trabajo no poco agobiante: no hay un camino suave hacia el futuro, pero le buscamos las vueltas o nos abrimos paso entre los obstáculos. Hay que seguir viviendo a pesar de todos los firmamentos que se hayan desplomado>>. D. H. Lawrence, El amante de Lady Chatterley
No sigas, compañerito...
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«No sigas, compañerito; prohibido pasar. Cuando no se puede avanzar se fortifica uno. A eso vengo, a convertir tu cárcel en nuestra posición defensiva. Sí, estás cercado, pero yo me cuelo dentro, sé infiltrarme. ¡Lo conseguí tantas veces! Y ah ora, calla: el enemigo tiene escuchas». José Luis Sampedro, La sonrisa etrusca
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<<Todo lo que el hombre puede ganar al juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo. ¡Es posible que fuera a eso a lo que Tarrou le llamaba ganar la partida! (...) Pero si esto era ganar la partida, qué duro debía ser vivir únicamente con lo que se sabe y con lo que se recuerda, privado de lo que se espera>>. Albert Camus, La peste
Y durante los últimos días del verano...
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<<Y durante los últimos días del verano, como bajo las lluvias del otoño, se pudo ver a lo largo del mirador, en el corazón de la noche, pasar extraños convoyes de tranvías sin viajeros bamboleándose sobre el mar. Los habitantes acabaron por saber lo que era. Y a pesar de las patrullas que impedían el acceso al mirador, algunos grupos llegaban a trepar muchas veces por las rocas cortadas a pico sobre las olas y arrojaban flores al paso de los tranvías. Los vehículos traqueteaban en la noche de verano, con su cargamento de flores y de muertos>>. Albert Camus, La peste
Así...
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<<Así, durante semanas y semanas, los prisioneros de la peste se debatieron como pudieron. Y algunos de ellos, (...), llegaron incluso a imaginar que seguían siendo hombres libres, que podían escoger. Pero, de hecho, se podía decir en ese momento, (...), que la peste lo había envuelto todo. Ya no había destinos individuales, sino una historia colectiva que era la peste y sentimientos compartidos por todo el mundo. El más importante era la separación y el exilio, con lo que eso significaba de miedo y de rebeldía. (...) Del mar, revuelto y siempre invisible, subía olor de algas y de sal. La ciudad desierta, flanqueada por el polvo, saturada de olores marinos, traspasada por los gritos del viento, gemía como una isla desdichada>>. Albert Camus, La peste
Solo los artistas...
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